lunes, 10 de septiembre de 2018

Día 14: A propósito de baobabs sagrados para volver (10/8/18) #FamilySenegal18

Hoy nos levantamos tristes, todos sabemos que es nuestro último día en Senegal a pesar de que nadie dice nada. Empezamos a notar que la partida no será fácil, dejamos atrás un país amable que te acoge sin condiciones, un país en el que sus gentes, a pesar de tener poco o nada son infinitamente generosas y te regalan la mejor de sus sonrisas. No, no va a ser sencillo abandonar el país de la téranga... 
Llegando a Fadiouth
por el puente de madera 
Bueno, aparcamos los pensamientos y los guardamos para la despedida, hay que aprovechar las horas que nos quedan como hemos hecho desde que llegamos, así pues desayuno más o menos rapidito (aquí pocas o ninguna cosa son rapiditas) y rumbo a la famosa isla de las conchasJoal-Fadiouth se divide en dos zonas. La primera es Joal, en tierra firme a la que llegamos con nuestro coche, luego, acompañados de Edmon, un simpático guía accedemos por un largo puente a Fadiouth, o más conocida cómo la isla de las conchas. Dicen los lugareños y Edmon que estamos en una isla artificial fruto de la acumulación de conchas a lo largo de años y años y yo diría de siglos. La visita está siendo más silenciosa de lo habitual, esta vez Mbaye ha decidido acompañarnos mientras que David espera en Joal (nos extraña ya que él vive habitualmente en Fadiouth). Nos damos una vuelta por la isla tras ver el tam tam telefónico a la entrada, una gran iglesia que según dice Edmon los fines de semana está llenísima y cantidad de pescado secándose por las calles. Curiosamente, antes de ir a la pequeña isla vecina que es el cementerio conversamos con una mujer catalana casada con un simpático senegalés. Nos cuenta que viven "a caballo" entre LLeida y Senegal, nos divertimos escuchando que "el chico" no soporta los crudos inviernos de la "terra ferma" y prefiere el cálido clima senegalés. Es el momento de ver un cementerio muy bien avenido, como la isla, musulmanes (minoría) y cristianos (mayoría) conviven y mueren en plena armonía en Fadiouth. Acabamos la visita con una vuelta en góndola senegalesa (el gondolero no nos canta, lástima) que hace correr el aire y nos refresca ni que sea en el trayecto, hoy sí que hace calor, calor.
Pescado secándose al sol por las calles de Fadiouth

El tam tam telefónico a punto a la entrada de la isla
Al fondo la isla de las conchas,
Sabemos que esta foto va a ser un gran recuerdo

Gondolero senegalés de la isla de las conchas
Recuperamos a David que vuelve a proponer almorzar en la Taverne du pêcheur y de nuevo le decimos que no, que no es nuestro estilo (es el sitio más turístico del lugar y está absolutamente vacío) y no nos apetece. Mbaye se pone al volante y nos lleva a un simpático restaurante senegalés en el que disfrutamos con un sencillo pero buenísimo Thieboudien por el módico precio de 1000 CFH's (1'5 eur más o menos) que rematamos con mangos que la simpática dueña va a buscar a su vecino. 
Xavi, Marina y Mbaye esperando la comida!
Un buen theboudien para llenar el estómago
Nos da tiempo a pasar por el baobab sagrado con más diámetro de Senegal, según nos cuentan tiene 800 años y mide 32 metros de diámetro, creo que es el árbol más grande que nunca hemos visto. Y como manda la tradición nos explican que hasta 1960 aproximadamente en el interior de su tronco los sereres de la zona introducían los cuerpos de sus muertos. Pol se aventura y entra silenciosamente en su interior, ni una luz ni un movimiento, hay cientos de murciélagos que pueden despertarse y darte un susto. Y sí, aún nos faltaba encontrar nuestra fuente de Canaletas senegalesa, nos faltaba el gesto y el lugar en el que, aseguras la vuelta. Aquí lo tenemos, toca fuertemente con la mano izquierda (la del corazón) el tronco del baobab y VOLVERÁS A SENEGAL.

El gran baobab sagrado
Pol en el interior del baobab
Seguro que volvemos a Senegal
Ha llegado el momento de ir a la Pouponnière Vivre ensemble, una casa de acogida para 150 niños y niñas sin recursos. Antes de acceder a la visita nos ponen alcohol en las manos, aplaudimos este toque de higiene. Quedamos "chocados e impactados" al ver unos 40 bebés de menos de 6 meses con pañal tirados en el suelo tras abrir la puerta de la primera sala. La imagen es de armas tomar, los niños lloran unos y otros a todo pulmón y dos chicas los vigilan, como me dicen, solo tienen 4 brazos y no dan para todos. Me intereso por los motivos por los que los niños llegan al orfanato y me responden, que el origen de todo es no tener a su mamá debido a: muerte en el parto, problemas mentales y menores de edad. Insisten en que los niños no están en adopción, que están en el centro por un tiempo determinado hasta que se resuelva la situación que los obliga a estar allí, dicen que normalmente están de 1 a 3 años, aunque admiten que un porcentaje indeterminado (no nos quieren decir cuál) alcanza los 18 años en la Pouponière. 
Acceso a la Pouponnière.
Prohibidas las fotos por respeto
a los niños y niñas
Vamos saliendo y saludamos a dos mujeres que están preparando unos 100 biberones o más, luego nos asomamos y también saludamos a otras dos chicas que sentadas en el suelo, rodeadas de barreños llenos de ropa diminuta, y armadas con una pastilla de jabón van lavando a mano todos esos kilos de ropa. Supongo que mi cara de asombro no pasa desapercibida y la cuidadora con la que hacemos la visita me señala, muy orgullosa ella, las únicas dos lavadoras (y no son industriales) que tiene el centro. Dejamos nuestra bolsa con ropa, bolígrafos, globos, caramelos y jabón en Administración, fin de la visita y el corazón un poco más encogido.

Nos vamos al entretenido mercado de Mbour a la búsqueda de un hornillo para hacer Ataya (té senegalés) una última vez, queremos abandonar el país con uno de sus rituales más queridos y también más íntimos. Encontramos rápidamente un hornillo que metemos en el coche y vamos hacia el Blue Africa. Y sí, allí, en la arena de la playa bajo las palmeras compartimos gracias a la pericia de Mbaye, un último té, buenísimo, está claro que queremos irnos con buen sabor de boca. La tetera, el té y los vasos están en nuestra maleta, pero el hornillo se queda con Mbaye como inversión para un nuevo negocio que le hemos propuesto: enseñar a los turistas a vivir Ataya en primera persona, a ver si le funciona!!!!


Tiempo para ducha, cerrar maletas y hacia el aeropuerto, los minutos van cayendo y el recorrido ya noche cerrada es muy, muy silencioso. Llega el momento de abrazarse bien fuerte con David y Mbaye, 14 días 24h/día dan tiempo para mucho. Ha llegado el momento de separarse y despedirse, los ojos se mojan y sólo nos consuela (no demasiado) pensar que para reencontrarse es necesario despedirse. Cruzamos los primeros controles agitando nuestras manos mientras David y Mbaye abandonan el aeropuerto, esta vez volamos con la TAP Portugal a Lisboa. Solventamos un pequeño percance con la tarjeta de crédito y aún hay tiempo para "salvar" una petición poco "elegante" del funcionario de inmigración que revisa nuestros pasaportes, finalmente subimos al avión, VOLAMOS, irremediablemente nos alejamos de Dakar. 

MANGUI  DEM  SENEGAL

Blue Africa - Joel Fadiouth - Samba dia
Pouponière - Aeropuerto de Dakar

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