"...ahora tras recordar los 14 días vividos puedo afirmar que un trozo de mi corazón se quedó allí, no sé si en Dindifelo, Cap Skirring o en Mbour, igual lo dejé a la sombra de un baobab para, tarde o temprano, ir a recuperarlo".
Ataya en Barcelona
Algunos y algunas sabéis que desde mi vuelta de Senegal no he dejado de pensar en lo que allí vimos y vivimos, a muchas personas les conté que ha sido el único país (y he viajado a bastantes), en el que al irnos nos pidieron insistentemente que enviásemos un simple mensaje diciendo: hemos llegado bien a casa. Y de repente todo empezó a hacer run-run en mí, mantuve el contacto con las personas que allí conocimos, un contacto muy cercano a pesar de la gran distancia que nos separa, un contacto franco y honesto, un contacto de verdadera amistad. Con el paso de los días, nuestras diferencias "de vida" crecían, mi confortable vida europea se situaba frente a una dura, muy dura realidad africana. La frase "C'est l'Afrique", pronunciada desde la resignación cada vez que algo no sale bien, empezó a convertirse en una "normalidad anormal". Con Abdoul de Ibel abrimos su blog donde, con mucho esfuerzo, va contando su dura existencia, con Mbaye hemos compartido su día a día, como suele decir él: trabajando mucho para ganar poco y de vez en cuando aparecía Arouna llevando turistas arriba y abajo.
Marina y yo en Iwol
Con el paso de los días, las semanas y los meses, el run-run crecía y se aceleraba sin parar, y ¿si volviésemos? ¿Y si éramos capaces de imaginar un viaje con el que acercarnos de nuevo a la sociedad senegalesa, echar una mano y sobre todo comprender mejor su duro día a día? Y así, hoy lo pienso, mañana lo imagino, pasado mañana tengo dudas, a la semana siguiente ya me veo en el orfanato de Mbour, que si unos talleres de arpilleras con mujeres del sur de Senegal, que si intervenciones de higiene y salud para saltar a la compra de telas africanas y bolsas que van y vuelven. Todo, todito todo hervía en mi cabeza... y en la de Marina, mi hija. Y así, en noviembre, mi run-run se volvió insoportable, y el suyo también, necesitábamos volver, volver y ver, volver y vivir, volver y convivir. Así, el 28 de diciembre de 2018, tras acordar con Mbaye que sería nuestro conductor y compañero de viaje (en su vida ha hecho vacaciones!) y organizar con Abdoul un taller de arpilleras con mujeres de Ibel, compramos los billetes!!!!!
Sí, sí, el 13 de abril volamos a Dakar, VOLVEMOS!!!! Nos vamos al sur, a País Bassariy Casamance, nos vamos a experimentar con el lenguaje de las arpilleras con mujeres senegalesas, nos vamos a practicar la educación para la salud con la población local, nos vamos a ver si con sus maravillosos tejidos podemos hacer bellas bolsas aquí en España. Sabéis que hace tiempo que estoy implicada con la Fundació Ateneu Sant Roc, quien es parte fundamental de la experiencia arpillerista y los tejidos africanos. En nuestro viaje, vamos a llenar nuestras maletas de todas aquellas cosas que allí cuesta mucho y mucho conseguir (gafas de sol, jabón, gorras, ropa, etc.), y sí nos vamos a recuperar o a dejar para siempre el trocito de corazón que dejamos en agosto en el país de la teranga.
Senegal, oh Senegal
Creo que en el post se me nota: MARINA Y YO ESTAMOS LOCAS DE CONTENTAS, entusiasmadas con el viaje, recogiendo todo lo que creemos les hace falta, organizando los talleres de arpilleras, viendo como gestionar los tejidos, hablando con mucha, mucha gente buena que, como nosotras, cuando conoce la realidad africana se siente interpelada por ella.
Y... de tanto soñarlo y explicarlo he de deciros que no nos vamos solas, en esta aventura aventurera Montse, Julia y Berta se han sumado. Sí, sí, nos vamos las 5!!!!! En estos momentos nuestras cabezas hierven de ideas pensando en como hacerlo todo. Vamos a ir con nuestro equipaje LLENO, MUY LLENO de lo que más falta hace allí, de momento he abierto una página en este blogpor si alguno o alguna quiere colaborar y quien sabe si finalmente nuestro trocito de corazón lo dejaremos bajo un baobab para irlo a visitar de vez en cuando.
Mientras daba la última puntada a mi tercera arpillera, la que está dedicada a Francesca Bonnemaison, pensaba en todo el camino que habíamos recorrido con el grupo de arpilleristas. Pensaba en los primeros días, casi un año antes, cuando alrededor de nuestra mesa de costura, buscábamos que historias queríamos coser. Habíamos ido y venido sobre varios temas y nos encontrábamos profundizando sobre el concepto de la disrupción y más concretamente sobre mujeres disruptivas. Discutíamos, a veces con cierto acaloramiento, si la disrupción era buena o era mala, parte del grupo alegaba que romper sin posibilidad de volver atrás no podía ser algo bueno. Yo, he de confesarlo, principal instigadora y defensora de trabajar la disrupción en clave femenina, insistía y explicaba que un cambio disruptivo necesariamente no debía ser ni grande ni violento, que en muchas ocasiones, pequeños cambios silenciosos habían provocado la disrupción. Así, como os contaba en el post "¿Igualdad?, ¡Mejor equilibrio!" nos pusimos a investigar cuales eran nuestras mujeres disruptivas. No fue tarea fácil, nos costaba encontrar la mujer referente que queríamos plasmar en nuestras telas, el valor que cada una daba a la historia que iba a contar y así, poco a poco, fuimos encontrando a nuestra verdadera heroína, conocidísima o absolutamente anónima.
Francesca en versión arpillera
Cosiendo esta arpillera he podido imaginar como eran las mujeres a principios del siglo pasado, como era aquella sociedad en la que la mujer era la "reina del hogar" a cambio de practicar virtudes como la castidad, la abnegación y la sumisión. Mujeres profundamente religiosas a las que la Iglesia asignó la misión de disciplinar al esposo y educar a los hijos en valores católicos. Mujeres de cierta posición social a las que asignaron el papel de "misioneras sociales" para moralizar a las mujeres y a los niños de los sectores pobres. Y así, en 1909 Francesca Bonnemaison, gracias a un encargo del rector de la parroquia de Santa Ana en Barcelona puso en marcha la biblioteca parroquial "Obra de Buenas Lecturas", como decía la propaganda, un espacio de entrada libre para todas las mujeres (sin tener en cuenta su clase social). Puntada a puntada fui descubriendo todos y cada uno de los pasos que fue dando Francesca, seguramente eran pasos no muy largos pero firmes, pasó de la biblioteca a la formación y así empezaron a darse clases de feminismo, corte y confección, cocina, cálculo mercantil, dactilografía, aritmética, gramática en varias lenguas, taquigrafía y educación física. Menudo atrevimiento enseñar todo eso a mujeres castas, abnegadas y sumisas de todas y cada una de las clases sociales, menuda DISRUPCIÓN!!!!
Creo que ya os lo he contado, pero para las personas que se acercan por aquí por primera vez lo voy a explicar de nuevo. En la parte posterior de las arpilleras acostumbramos a coser un bolsillo en el que la arpillerista "guarda" el texto manuscrito con el que ella quiere explicar su arpillera. Os aseguro que el momento en el que te pones con el bolígrafo ante el papel en blanco para escribir tus motivaciones y emociones es muy especial. Te das cuenta entonces que ese "papelito" quedará allí guardado, unido a la tela para siempre más y que será el testimonio más real de lo que la arpillerista ha querido contar, transmitir y compartir. Así, aquí os transcribo lo que guarda en su bolsillo mi arpillera:
TOTA DONA VAL MÉS QUAN LLETRA APRÈN
Vaig llegir i rellegir la història de la Francesca Bonnemaison, una dona de bona posició social a qui agradava cosir, fer obres de caritat, creient i amant de l'esport. Cap al 1900 ésser una dona amb inquietuts, més enllà de casar-te i tenir fills no era cosa ben vista. Vaig decidir cosir aquesta arpillera perquè la Francesca va ser una dona que sense fer massa soroll, sense cridar massa l'atenció i sense cap tipus de violència va provocar un canvi que trencava definitivament amb el que havia succeït fins aleshores. En una societat a on les classes socials estaven perfectament definides i no diguem el paper de la dona, la Francesca va ser una gran intraemprenedora "dins el sistema normalment establert", el que, sota el meu punt de vista , és mes difícil que ser emprenedora. Posar en marxa la primera biblioteca popular de la dona a Europa té mèrit pero obrir-la a TOTES les dones independentment de la seva classe social és molt més meritori. I la cosa va funcionar, un espai exclusiu per a dones a on aprendre i a on crèixer plegades va servir per a tenir noves perspectives de la vida en femení. Repeteixo les seves paraules: tota dona val més quan lletra aprèn i avui encara m'atreveixo a afirmar que tota dona ÉS més quan TOT aprèn.
La meva dona disruptiva, la meva heroïna ho és per haver estat capaç de trencar el sistema des de dins i haver-lo trencat sense opcions de tornar endarrera. Avui no en tenim cap dubte, la formació i l'aprenentatge ens faran lliures.
TODA MUJER VALE MÁS CUANDO LETRA APRENDE
Leí y releí la historia de la Francesca Bonnemaison, una mujer de buena posición social a la que gustaba coser, hacer obras de caridad, creyente y amante del deporte. Hacia 1900 ser una mujer con inquietudes, más allá de casarte y tener hijos no era cosa bien vista. Decidí coser esta arpillera porque Francesca fue una mujer que sin hacer demasiado ruido, sin llamar demasiado la atención y sin ningún tipo de violencia provocó un cambio que rompía definitivamente con lo que había sucedido hasta entonces. En una sociedad donde las clases sociales estaban perfectamente definidas y no digamos el papel de la mujer, Francesca fue una gran intraemprendedora "dentro del sistema normalmente establecido", lo que, bajo mi punto de vista, es más difícil que ser emprendedora. Poner en marcha la primera biblioteca popular de la mujer en Europa tiene mérito pero abrirla a TODAS las mujeres independientemente de su clase social es mucho más meritorio. Y la cosa funcionó, un espacio exclusivo para mujeres donde aprender y donde crecer juntas sirvió para tener nuevas perspectivas de la vida en femenino. Repito sus palabras: toda mujer vale más cuando letra aprende y hoy todavía me atrevo a afirmar que toda mujer ES más cuando TODO aprende.
Mi mujer disruptiva, mi heroína, lo es por haber sido capaz de romper el sistema desde dentro y haberlo roto sin opciones de volver atrás. Hoy no tenemos ninguna duda, la formación y el aprendizaje nos harán libres.
Arpilleristas de Sant Roc, Sagrada Familia y Congrés