Carreteras de sube y baja, gira a la derecha y gira a la izquierda, convenientemente aliñadas con la lluvia que no nos abandona. Casi a mediodía llegamos a Liberia, ciudad anodina y polvorienta a causa de obras que quieren elevar la carretera interamericana 1 por en medio de la ciudad contra viento y marea.
El primer centro comercial al que entramos está prácticamente desierto y vacío, locales y locales se venden o se alquilan y casi nadie en él, una verdadera pena! No hace falta explicarles nada a Pol y Marina, ellos mismos concluyen que mejor nos vamos con plantas y animales que de momento mal no nos ha ido.
Embadurnados |
Seguimos hacia la Hacienda Guachipelín tras comernos una hamburguesa en el Mc Donalds y comprobar que toparse con un café en Liberia es tarea ardua por no decir imposible. Nos vamos dirección Curumbade viendo el cambio de vegetación y un cielo azul no visto hasta el momento desde nuestra llegada a Costa Rica, hasta echamos en falta a nuestra compañera de viaje: la lluvia!
Llegamos a la Hacienda que está ubicada en pleno parque nacional del volcán Rincón de la Vieja. Nos facilitan habitación y nos relatan las múltiples actividades a disposición, algunas incluidas y otras facultativas. Así, sin lluvia y tras reservar una cabalgata a la catarata Oropéndola para el día siguiente nos dirigimos a las termales del río Negro. Un amable sabanero nos anima a probar las bondades de los lodos volcánicos y acabamos embadurnados de barro esperando el milagro en nuestra piel. Bañitos en piscinas termales y remojón en el río con agua fresca ponen punto final al termalismo de la Guachipelin.
Cena en el buffet viendo las luces de Liberia al fondo, partidillas de UNO y al canapé!
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