Nos separaban 22 kilómetros de polvo naranja de Ibel. Conducía prudentemente Mbaye que no podía evitar que los más de 40 grados de temperatura exterior y la falta de aire acondicionado en nuestra furgoneta (sólo nos había durado 3 horas antes de estropearse) nos tuviesen, a las 7 personas que allí íbamos, un poco mareadas. Fuera nos acompañaba Arouna (que ya era un hombre completamente naranja) quien desde su moto cantaba e incluso intentaba bailar para animarnos. Iba yo sentada de copiloto, callada y con la vista fija en la carretera, no me atrevía a decir nada, los pensamientos iban y venían con rapidez en mi cabeza. En un rato nuestro primer gran "momento de la verdad" de #Senegaldream: arpilleras con las mujeres de Ibel.
Las telas del mercado de Kedougou |
- con el primero intentaríamos que ellas, las mujeres que viniesen, se representasen con una muñeca que luego formaría parte de una arpillera que yo llevaba sin coser, toda cogida con alfileres.
- con el segundo propondríamos pequeñas arpilleras con escenas cotidianas como ejercicio para explicar "sus historias puntada a puntada".
Seguía yo callada en la furgoneta y empecé a tener miedo, Mbaye se inquietaba, ¿qué te pasa? ¿No dices nada? Si siempre hablas... Cuando llegamos a Ibel sentí pánico, ¿y si no había nadie? Y si después de todo, las arpilleras no tenían ningún interés para un grupo de mujeres al sur de Senegal en un pueblo con pocos recursos sin luz eléctrica ni agua corriente?
Entramos en Ibel... y de repente salió el sol en mí, bajo un enorme árbol vi mucha gente y muchos colores, no me lo podía creer, allí estaban las mujeres de Ibel esperándome pacientemente. Sonreí, casí lloré y al bajarme y empezar a andar todas al unísono, aplaudiendo gritaban: Monicá, Monicá, Monicá. No os podéis imaginar como me latía el corazón, estaba a punto de salir de mi pecho, todo mi cuerpo latía desbocado, latía y latía sin parar. Me acerqué a la mesa y allí mirándome con sus grandes y preciosos ojos había más de 30 mujeres, tragué saliva, sonreí y al igual que en cualquiera de mis múltiples ponencias pensé: ya no hay vuelta atrás, has trabajado durante meses, AHORA es AHORA y... todo fluyó, empecé a hablar en francés...
Entramos en Ibel... y de repente salió el sol en mí, bajo un enorme árbol vi mucha gente y muchos colores, no me lo podía creer, allí estaban las mujeres de Ibel esperándome pacientemente. Sonreí, casí lloré y al bajarme y empezar a andar todas al unísono, aplaudiendo gritaban: Monicá, Monicá, Monicá. No os podéis imaginar como me latía el corazón, estaba a punto de salir de mi pecho, todo mi cuerpo latía desbocado, latía y latía sin parar. Me acerqué a la mesa y allí mirándome con sus grandes y preciosos ojos había más de 30 mujeres, tragué saliva, sonreí y al igual que en cualquiera de mis múltiples ponencias pensé: ya no hay vuelta atrás, has trabajado durante meses, AHORA es AHORA y... todo fluyó, empecé a hablar en francés...
Expliqué que son las arpilleras, como surgieron y como creía yo que podían ayudarlas. Entonces se hizo la magia, estoy segura, a partir de ese instante todo fue fácil, muy fácil. No se interpuso entre nosotras ni el idioma (o mi francés estaba muy oxidado o algunas no lo dominaban mucho, por suerte apareció una traductora voluntaria), ni lo que sabían o no sabían ellas, ni lo que sabía o no sabía yo, todo fue fácil y sencillo, parecíamos "amigas de toda la vida". Y así, cada una hizo su muñeca, no teníamos suficientes agujas, pero no hicieron falta, ellas las hicieron con hilos y nudos, habían sólo 2 tijeras para todas y tampoco fue un problema, volaban de mano en mano entre risas y miradas de complicidad, algunas sabían coser, otras no y tampoco fue un problema, todas nos ayudábamos.
Al día siguiente, tras subir y bajar a Iwol con mi arpillera "Yo tengo un pesebre africano" teníamos el segundo taller. Ni siquiera notábamos bajo nuestros pies el suelo polvoriento de Ibel, ni el calor a más de 40 grados nos detenía, solo hacíamos una cosa: vivir intensamente con todos los poros de la piel la compañía de ese grupo de mujeres coraje.
Con Dianeba, la verdadera mamá África de Abdoul |
Con mi precioso traje de batik azul, una arpillera de Zimbawe en la mano y los ejemplos en la mesa |
Aún, hoy 30 días después mis ojos se humedecen cuando pienso en "mis" mujeres de Ibel, mujeres del grupo Foutasawa (baobab en lengua peúl) que dos tardes de abril decidieron probar y disfrutar con el lenguaje textil de las arpilleras bajo un enorme caisedra (el árbol de la fertilidad en Senegal). Mujeres que siguen cosiendo juntas, mujeres que han vuelto a encontrar un motivo para reunirse y compartir su día a día, mujeres africanas que buscan nuevas oportunidades y que se esfuerzan por cambiar.
Y sí, MUJER esto es África, un lugar en el que las personas que vamos con los brazos abiertos recibimos mucho, muchísimo más de lo que podemos dar.
Y sí, MUJER esto es África, un lugar en el que las personas que vamos con los brazos abiertos recibimos mucho, muchísimo más de lo que podemos dar.
Cara de felicidad infinita tras el primer taller, aquí con todas las participantes. GRACIAS, GRACIAS |
Con Marina, Dianeba y Penda. Madres e hijas a 5000 kms de distancia. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario