domingo, 11 de septiembre de 2016

Ciudades imperiales destruidas que juegan a ser reales (Halong - Hué día 10 #vietnamim16)


Empezamos el día a las 9h con Bièn, nuestro guía en la zona, para hacer turismo por la ciudad y alrededores. Como cada día el sol es abrasador y la temperatura ambiente, tempranito, ya ha pasado ampliamente los 30 grados, hoy la previsión es de 38 grados (si le sumamos el 90% de humedad ya sabemos que vamos a pasarnos el día chorreando!). 
Ciudadela de Hué
Nos dirigimos a la ciudadela de Hué, ciudad imperial que tuvo 13 emperadores. Casi todos los edificios del recinto han sido destruidos en cualquiera de las múltiples guerras en las que ha estado envuelto el país, por ello la mayoría han sido restaurados y muchos otros nunca se recuperarán. El palacio de Thai Hoa conserva el salón del trono aguantado por 80 columnas de madera. El trono está situado encima de 3 escalones que simbolizan el agua, la tierra y el cielo. Tras el palacio un edificio a la derecha para los mandarines civiles y otro a la izquierda para los mandarines militares. Nos paseamos por el recinto escuchando historias (como nos gustan, y este país si algo tiene son cuentos, leyendas y muchas historias) de reyes con 500 concubinas, tres mujeres oficiales y 148 hijos (menudos "machotes" de la época). Pasamos de pabellón a pabellón buscando la sombra para no morir en el intento y, al acabar, aparece sonriente nuestro chófer con su furgoneta fresquita, agua fría y unas refrescantes toallitas que nos devuelven a la vida.

Mientras secamos el sudor en nuestro vehículo nos vamos a la pagoda de Thien Mu, la "dama celestial". Siendo honestos, no diré aquello de  vista una pagoda vistas todas pero casi, ya que la mayoría repiten estructura y significado. Hemos caminado la pagoda hasta el final y coincidimos con una plegaria de sus monjes. Todos van vestidos de amarillo y llevan en la mano algo parecido a un rosario mientras repiten oraciones dando vueltas alrededor de lo que parece el altar. Nos sorprende la juventud de algunos monjes, niños que difícilmente llegan a los 14 años y cuando preguntamos a Bièn nos cuenta... una historia: así, cuando en una familia budista nace un niño y se pone enfermo, la familia asume que su hijo "no ha nacido en el buen momento" y lo llevan a la pagoda con la esperanza que los monjes lo recuperen. Cuando el niño crezca podrá decidir si se queda o se va de la pagoda.
Monjes de plegaria en la pagoda
Cociéndonos con alegría en la tumba de Minh Mang
Es pronto para ir a almorzar y decidimos acercarnos a la tumba de Minh Mang, el 2º emperador de la dinastía que reinó en Hué. La tumba, vista desde el cielo, representa una persona estirada, con la cabeza en la colina de Cam Vie y las piernas hacia el mar. Acabamos la visita empapados en sudor, si no hemos llegado a los 40 grados nos hemos quedado muy cerca, vamos a comer a ver si nos secamos un poquillo!

Sombreros cónicos handmade
Paradita en un restaurante local correcto y punto. Cruzamos la carretera para visitar lo que nosotros europeos acomodados, creemos que es una fábrica de sombreros cónicos, de Nón Lá  y resulta que "la fábrica" es una chica con un tenderete donde cose sombreros. Nos cuenta y nos enseña que la cosa es sencilla, a partir de una estructura se pone una capa de latania (un tipo de palmera), ahora se puede poner alguna ornamentación (escenas de la ciudad recortadas en papel de periódico) que se verá a contraluz para colocar una segunda capa de latania, coser y barnizar para proteger, sombrero acabado. Sólo nos faltará ponerle la cinta para sujetarlo al cuello y que no se nos caiga.

Es momento de volver al "recovering" del aire acondicionado del hotel, piscina y paseo por el caos y la suciedad de Hué antes de la "cena real".

Arte en el plato
Bièn nos pasa a buscar a las 19h y nos acompaña a un restaurante para disfrutar de la turistada de cenar vestidos de Rey, Reina y mandarines. Horribles y horrorosos disfraces que además nos dan muuuuuucho calor, y de eso ya tenemos suficiente, hacemos 4 fotos de compromiso (ninguna de las cuales vamos a publicar) y empezamos a cenar. Delante nuestro, en un restaurante vacío, dos músicos y una cantante nos ofrecen canciones tradicionales mientras degustamos platos "reales" adornados con pájaros y barcos confeccionados con patatas, zanahorias, calabacines, pepinos y otras hortalizas. Buena comida pero cena triste en un restaurante sin nadie más. A las 20'30h ya hemos acabado, Xavi busca un café que no encontramos por ningún sitio y optamos por un helado en una de las pequeñas tiendecitas que salpican las aceras.

Vuelta al hotel, el aire  acondicionado nos espera y a pesar de los 33 grados nocturnos al exterior, volvemos a plancharnos en la cama. Estamos sorprendidos que, a pesar del cambio diario de cama, el cansancio nos ha permitido dormir bien sin "extrañar" nuestra camita. 

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